martes, 5 de mayo de 2009

SEXTO Y ÚLTIMO DÍA, MONREAL-PUENTE LA REINA (sábado, 2 de mayo) 31 kilómetros

Nos despedimos del camino aragonés con una etapa larga. A nuestro favor, que era la última. En el debe, que estábamos ya un poco cansados. Por lo demás, no nos desfraudó: fue el prototipo de una semana nominalmente cómoda que balda al más experto.En este caso, la foto tuvo que ser automática Ese día el tándem subida-bajada rompepiernas se repitió hasta la extenuación aunque no teníamos a quien quejarnos: vinimos voluntariamente y el cansancio forma parte del rito. Ya en camino el tiempo fue un aliado excepcional: habían anunciado sol radiante y sólo apareció a ratos, dominando mayormente las nubes y casi siempre con una brisa agradable.
Antes de salir disfrutamos en el hotelito de Monreal con un desayuno que se salió de lo normal sólo con añadir un bizcocho casero y un batido natural de fresa y cereales. Riquísimo y por cuatro euros. Así, trota que te trota, bordeamos Pamplona desde unas colinas por el sur y tratamos en todo momento de no alejarnos en exceso unos de otros. Era el último día y preferimos dejar las escapadas para mejor ocasión. Gran parte del recorrido lo hicimos junto al canal de Navarra, una obra impresionante de 177 km que se encarga de transportar el agua del pantano de Itoiz con el objetivo oficial de regar 53.000 hectáreas.A media mañana paramos en Tiebas y degustamos ¡una vez más! las consabidas tortillas congeladas. A buen hambre no hay nada que se le resista, pero da un poco de noxo. Según se comprueba en la foto nos hicimos también con unos bombones de chocolate helados que estaban magníficos. En cualquier caso, es lo que había y como dice el artículo primero del reglamento del peregrino, hay que adaptarse.En medio de la etapa hubo un momento en el que nos retrotraímos al camino del año pasado. En el exterior de un pozo vimos una numeración que nos pareció sospechosa por motivos obvios y todos, los doce, pasamos en silencio. Viendo la foto no hay nada que explicar: dedujimos que nuestro compañero del año pasado, de mote Ulpiano y por identificación más real H14, había decidido hacerse presente para que supiéramos que en todo momentos nos estaba controlando. Mensaje recibido. Poco después hicimos un alto para retozar bajo unos árboles y salió el tema del Kumano. Hubo momentos durante la semana en que lo habíamos abordado, pero esta vez más a fondo. Dimos vueltas a fechas y opciones y quedamos en seguir trabajando por libre hasta septiembre, enviándonos unos a otros la información que fuéramos recopilando. En ese mes tendremos que decidir la fecha del viaje y ponerlo todo en marcha para la adquisición de los billetes de avión. Sin duda, así será.
Y poco más hay que contar salvo que unos kilómetros antes de llegar a destino disfrutamos de la iglesia de Santa María de Eunate, un templo románico de planta octogonal rodeado en toda su extensión por un anillo de arcadas.Esta es la imagen que presidía el altar mayor. Poco después atravesamos Obanos, pegadito a Puente la Reina y muy atractivo por mantener su estructura histórica y por sus casonas e iglesias. Eso sí, la cuestecita de entrada tampoco se nos va a olvidar. A partir de aquí, ya sí con el sol calentando de plano y bastante cansados, llegamos en un santiamén al hotel Jakue, por suerte situado en nuestra entrada. A unos cien metros fuimos llegando y parando para darnos un sentido abrazo. Tanto, que hubo quien no pudo contener las lágrimas (¿te acuerdas, Irache?). Al darnos cuenta, la emoción que todos sentimos aumentó varios enteros.
Y a partir de aquí, fiesta si no rachada si muy satisfactoria. Ducha en el hotel, algunas cañas y paseo por el pueblo, que algunos no conocían, aunque la mayoría sacamos a colación el fin de etapa del año que empezamos el camino francés en San Jean Pied de Port, allá por el lejano 2005. Coincidió que esta vez jugaban Real Madrid-Barcelona en un partido que decidía la liga, y en nuestro paseo por el pueblo, con un inolvidable vino en un bar degustando unas bravas, empezó la goleada. De camino para el restaurante seguimos enterándonos de la debacle madridista, que finalizó con un resultado sorprendente de 6-2 en su contra. Antes de este paseo nos habíamos despedido de los madrileños, que nos esperaron para darnos el adiós y devolvernos la fianza de Sangüesa, esos 20 euros que el alberguero nos había escamoteado. A fin de mantener el contacto intercanbiamos emails y no dudo que algún día volveremos a vernos. De entrada, nos invitaron a una fiesta en junio o julio en Colmenar. Si no es en ese momento será en otro.
En la foto siguiente aparecen Paco y Alfonso en un monolito, en Guerendiain, en el que se recoge el saludo peregrino: "Buen Camino". Ellos dos fueron precisamente los acreedores de los títulos de este año. Paquito, "Conde de Arrés", porque fue el único que durmió en el angosto albergue de ese pueblo y, en definitiva, se sacrificó por todos los demás. Además, el título resultó ajustado porque Arrés tenía Conde ya que, no en vano, los demás dormimos en "El granero del Conde". Alfonso quedó apodado por Jaime como "Back Silver", espalda plateada. La verdad es que fue un falso novato que tiraba de la expedición a base de bien. Tanto él como Fely resultaron unos nuevos compañeros fenomenales aparte de bien entrenados y equipados. Lo del restaurante de la cena, el mesón del Peregrino, fue otra historieta. Situado junto al hotel, es de alto nivel y recomendado en la Guía Michelín. Susana y Ana, por aquello de que sus nombres riman, tomaron la semana anterior la iniciativa de reservar la cena para el final del camino por aquello de darnos un homenaje. No es cuestión de entrar en detalles pero la cosa no salió como pensábamos. En lo físico un local excelente en cuanto al reservado en el que nos colocaron, mobiliario, decoración y demás, . De la comida no podemos siquiera recurrir a lo de manifiestamente mejorable sino lisa y llanamente definirla como decepcionante: raciones ridículas y para nada interesantes desde el punto de vista gastronómico. Eso sí, los precios altos. Pese al recorte de pedir un vino de la gama inferior y suprimir los postres superamos los 50 euros per cápita. Un fiasco. Para más inri, la maitre nos respondió con un malhumorado y casi despectivo «…¡es una pena!» cuando decidimos prescindir del postre. Había que pedirlo al principio porque supuestamente tardan media hora en prepararlo. De entrada nos pareció una pasada pagar 20 euros por el cierre de la comida y vistos los entrantes y el plato principal fue lo mejor que hicimos.A pesar de todo, el entorno y la mesa eran espléndidos. Lástima lo demás Tras la cena regresamos al hotel donde el vigilante de noche, un marroquí de Marraquech, se avinó a servirnos una copa pese a que el bar estaba cerrado. Aparecieron el hijo Beni y Álvaro, Roi, con Nerea, para despedirse de sus padres y un rato después nos fuimos a descansar. Por la mañana, desayuno comunal junto a un grupo de pontevedreses que estaban haciendo la ruta en bici (los descubrimos por su equipación de Froiz) y cada mochuelo a su olivo. No obstante, volvimos a coincidir en un hotel cerca de Puebla de Sanabria donde ya, sí, nos despedimos con un poco de nostalgia pero ilusionados pensando en el próximo ejercicio en Japón.
Hasta entonces.

1 comentario:

Anónimo dijo...

sí que me acuerdo y tengo que reconocer que volví a emocionarme al leerlo y recordarlo. Gracias a todos por ayudarme a llegar y por los buenos recuerdos. Besos. Irache.