martes, 5 de mayo de 2009

QUINTO DIA, SANGUESA-MONREAL (viernes, 1 de mayo) 30 kilómetros

Las cosas no empezaron muy bien en este festivo día del Trabajo, aunque, para nosotros, era un día como los demás. Habíamos quedado con los del bar del cámping de Sangüesa en que desayunaríamos sobre las ocho y media. Pues bien, a la hora fijada, el susodicho bar estaba cerrado a cal y canto y ni síntoma de que fuera a abrirse en breve, por lo que asumimos que tendríamos que buscarnos otra alternativa para desayunar. Se suponía también que tendríamos que recuperar los 20 euros de la fianza, cosa que, ante la ausencia de cualquier responsable, tampoco iba a ser posible. Finalmente, Pablo, uno de los madrileños que seguía con problemas gastrointestinales que tenía pensado hacer la jornada en taxi por lo que decidió esperar y cobrar su fianza y la nuestra lo cual consiguió pasadas ya las once de la mañana. Fue entonces cuando le dijeron que alguien les había dejado una nota la noche anterior diciendo que no teníamos intención de desayunar…..¡Menuda cara!
Pero como no hay mal que por bien no venga, salimos de allí con nuestros vacíos estómagos y en el centro de Sangüesa encontramos una cafetería-pastelería estupenda donde nos hicieron hasta zumos y pudimos desayunar super a gusto. Y, cómo no, allí volvimos a encontrar casualmente a los dos compañeros de Pablo que ya terminaban cuando nosotros llegamos. Fue a la salida de allí cuando nos hicimos la foto que marcaba el inicio de la jornada.El caso es que enfilamos sobre el puente del río Aragón y, despreciando el desvío a Rocaforte, seguimos para ir hacia la Foz de Lumbier. Sabíamos que un primer tramo era por carretera y, por aquello del festivo, miles de coches (Juanma calculó sobre mil a la hora) habían decidido coincidir en el mismo tramo para dirigirse a quién sabe dónde. Esto provocaría después una polémica entre Jaime y Alfonso, asegurando el primero que tenían que dirigirse hacia algún punto o evento concreto y el segundo, que al parecer tuvo razón, que era simplemente la salida de los habitantes de Pamplona a disfrutar del puente en la montaña. Bueno, pues no sólo eran los de Pamplona, sino también los de San Sebastián, la Rioja y demás alrededores, como después pudimos saber. En esta parada, cerca del pueblo de Lumbier, nos percatamos de nuestro error pero ya era tarde para rectificar si no queríamos hacer unos ocho kilómetros por encima de los previstos.Teníamos que habernos desviado al llegar a Liédena para coger el camino de la Foz, pero las indicaciones de un empleado de una gasolinera a Porota y el fuerte viento reinante, unido al tráfico infernal de la carretera, sin duda nos hizo “tolear” y terminamos desolados, haciendo mogollón de kilómetros en medio de coches y camiones, abatidos de forma inclemente por el viento, ateridos (a que sí, Paco) y no vimos el espectáculo grandioso de la Foz de Lumbier que sin duda será una espina que nos tendremos que sacar cada uno cuando proceda. ¡Qué se le va hacer!.Fue un alivio, después de tantos kilómetros, salir de la carretera y entrar en el pequeño pueblo de Izco donde no había ni un bar ni nada parecido. Estábamos cansados, hambrientos y decepcionados y nos dirigimos al albergue donde nos recibió un triste hospitalero en su primer día de trabajo, más despistado que un pulpo en un garaje. Le dijimos que queríamos comer algo y nos abrió un armario en el que había latas . De inmediato nos pusimos manos a la obra para preparar una ensalada de espárragos, pimientos y bonito, y abrimos unas cuantas latas de fabada “Litoral”. Aquí estamos a ello.El hospitalero nos facilitó pan y también encontramos bebida en una especie de bar extraño que había en el mismo local. Es decir que resolvimos sin mayor problema. Recogimos, Juanma fregó los platos y otra vez al camino, pero esta vez sí, camino de verdad , en medio de un paisaje muy atractivo que, después de unas horas nos llevó hasta Monreal.Es un pueblo pequeño, la antigua "Mons Regalis" pero bastante próximo a Pamplona.

La avanzadilla de los que llegaron primero comprobó que el albergue estaba a tope, con muchas maletas a la entrada (que después resultaron ser de los alemanes con coche de apoyo, que acabaron en un hotel del aeropuerto de Pamplona) y sin nadie que controlara nada. Decidieron preguntar en una casa rural que había enfrente y sólo tenía tres habitaciones, para seis u ocho personas, por lo que las reservamos de inmediato. Hicimos una nueva visita al albergue y después de verificar cama por cama en una habitación comunitaria concluimos que había al menos sitio para seis por lo que se impuso nuevo sorteo a ver a quien le tocaba dormir en la casa o en el albergue. Excluímos a Paco y Jaime, que ya habían salido damnificados en Arrés, y al final se tuvieron que quedar en el albergue dos parejas: Alvaro y Beni y Alfonso y Feli. El resto nos instalamos en la casa rural que era bastante bonita. Irache, a pesar de sus dificultades en la rodilla, no dejó de sonreir todo el camino. Este es el puente de Monreal.Después de ducharnos y dar un paseo por el pueblo cenamos en una especie de centro social porque entre otras cosas era la única alternativa. La verdad es que la relación precio calidad, considerando que pagamos 9,50 euros cada uno por la cena, estuvo más que bien. Aparte de dos platos (uno de ellos de pollo guisado) nos dieron ensaladas y hasta postre. Antes de entrar vimos salir a las francesas, muy coloradas y contentiñas, diciendo que habían cenado muy bien y habían bebido mucho vino, por lo que se iban al albergue a dormir de inmediato y, sin duda, bien, bajo los solpores del vinacho. Considerando que eran las ocho de la tarde no es de extrañar que al punto de la mañana (es decir, antes de las seis) se levantaran ya pletóricas de actividad.
Esa noche conseguimos hacerle a la teniente O'Neal la foto de su pijama en el que invitaba a "poner sal a la vida".Esta otra foto de Porota, en el espléndido dormitorio de la casa, poniéndose la antiarrugas, también queda muy "peregrina".
Tal y como habíamos quedado con el dueño de la casa rural, quedamos para desayunar todos allí, a las ocho de la mañana del día siguiente, nuestro último día de camino.

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