martes, 5 de mayo de 2009

PRIMER DÍA, SOMPORT-JACA (lunes, 27 de abril) 32 kilómetros

Nieva y ha debido hacerlo toda la noche. Desayunamos con el mismo espectáculo de la noche anterior, montes nevados casi en mayo, con la diferencia de que tenemos que empezar a andar en cuestión de minutos. El termómetro marca 0,5º sobre cero y eso, unido a veinte o treinta centímetros de nieve, complica la tradicional foto de inicio. Pero es lo que hay y nos ponemos en camino bastante abrigados con la única opción de caminar por la carretera ya que el camino como tal no existe, sepultado por la nevada. El descenso es fuerte pero estamos pletóricos de fuerzas y el paisaje ayuda. Nunca nos habíamos visto en otra durante los caminos precedentes; alguna vez hubo nieve pero ni mucho menos un espectáculo como el que hoy nos hace sentirnos unos privilegiados, motivo por el cual las cámaras de fotos no paran de trabajar. Hemos empezado a 1.640 metros y Canfranc estación, a 7,5 kilómetros por el monte y quizás un poco menos por carretera, se encuentra a 1.200. Es una pendiente tremenda pero descendemos sin especiales dificultades en medio de un paisaje de cuento al que sólo faltan las bolas para que parezca Navidad. Tras dejar atrás el pueblo creado alrededor de la estación de ferrocarril inaugurada a principios del XIX para la conexión con Francia y clausurada en 1970, las cosas cambian con rapidez. Desaparece la nieve y las montañas se muestran al natural en pleno desarrollo primaveral. Las sendas ya son practicables y retomamos el camino de los peregrinos. El sol luce a ratos sin calentar, lo que puede considerarse el tiempo perfecto para caminantes. Al rato atravesamos Canfranc-Canfranc, el pueblo original que casi quedó vacío con la construcción de la estación. Tan vacío que pese al elevado número de casas no tiene ni un bar. Teníamos intención de hacer una primera parada pero no tenemos otro remedio que seguir. El tentempié llega finalmente en Villanua, donde comenos las primeras tortillas de una larga serie durante toda la semana. El cansancio empieza a hacer mella pero la parte más dura de la jornada estaba por llegar. Nada más abandonar esta localidad el camino se endurece. Se llena de piedras de todos los tamaños que nos incomodan y obligan a caminar mirando hacia el suelo; en caso contrario el riesgo de torcedura es real. Con el paso de las horas las piedras se convierten en un verdadero agobio. Llegamos a Castiello de Jaca, un pueblo construido en una pendiente muy pronunciada y aquí ya estamos realmente cansados; en un bar damos cuenta de varios aquarius y hacemos bromas sobre el lugar común de que el camino aragonés, al parecer, no ofrecía mayores dificultades…
A un kilómetro aproximadamente de Castiello llega el momento cumbre que proporcionan casi todas las jornadas. Tenemos que atravesar el río Ijuez y no existe puente, solo unos estrechos poyetes de piedra que no ofrecen garantía de estabilidad y sí un gran riesgo en caso de caída. Tras algunos tanteos por parte de Alfonso, Juanma y Álvaro este último se lanza a una aventura que no termina precisamente bien. Casi logra llegar al final pero tropieza y acaba dándose de bruces contra un lecho de piedras ya en el borde del río. Fue un gran susto pero afortunadamente quedó en eso, aunque Álvaro reconoció que había sido una imprudencia. No sería la única a lo largo de la semana. Visto lo visto no queda otro remedio que hacer lo que habíamos tratado de evitar: descalzarnos, remangar los pantalones y cruzar a pie. Daba pereza y suponíamos, como así ocurrió, que andar descalzo sobre piedras no sería agradable. La más lista María José, que sin avisar y para envidia de todos tuvo la idea de calzarse las chanclas. Los demás sufrimos ya que el cauce era bastante ancho aunque el agua en ningún momento superaba los 30 ó 40 centímetros de altura. Hubo también quien trastabilleó y dio con su trasero en el agua, en una postura harto difícil para incorporarse, especialmente bajo el peso de la mochila. Pese a ello Susana logró mojarse más bien poco y Paco acudió rauda en su ayuda. Finalmente, Alfonso se dedicó a ayudar a unos cuantos a cruzar por una zona más segura.Como no hay mal que por bien no venga, al otro lado descubrimos que el agua fría era milagrosa para pies ya recalentados. Gracias al imprevisto tratamiento habían quedado como nuevos; varias veces tuvimos que repetir la operación en días sucesivos pero ya no lo vimos como una penalidad. No quedaba ya mucho hasta Jaca, menos de ocho kilómetros, pero estábamos deseando llegar. Eran 32 kilómetros de etapa y para el primer día no está mal. Lo peor fue el kilómetro final de llegada, una cuesta pronunciada con la que casi nadie (sólo los ávidos lectores de guías) contaba después de ocho horas de marcha. Como no había alternativa tiramos para adelante hasta llegar al albergue, agotados pero contentos. Ya se sabe que el primer día, la mochila pesa especialmente. Jaca tiene unos 13.000 habitantes y un centro cuidado con calles peatonales. El albergue es nuevo, poco más de un año, y han diseñado una especie de camaretas para dos que ofrecen una cierta intimidad aunque la habitación es colectiva. Está muy nuevo y los baños, unisex, impecables. Jaime y Paco se agenciaron lo que llamamos la "suite" que eran los mismos catres pero separados del resto por una cortina. Se vé que los chicos precisaban intimidad... Eso sí, a las 22:00 horas cerraban la puerta por lo que nos fuimos pronto a cenar, aunque optamos por hacerlo informalmente tomando unos vinos. Antes charlamos con tres madrileños, Pablo, Jesús y Vitorio, muy agradables, que llevaban el mismo plan que nosotros y con los que llegamos a hacer una cierta amistad. Ana y Porota echaron una carrera delante de ellos por la calle principal para darles a entender que estábamos en plena forma. Después nos confesaron que con esta carrerita los habíamos dejado anonadados, justo lo que se pretendía. En el paseo visitamos la catedral, impresionante y al regreso echamos una partida de cartas. Fue la única en toda la semana pues no encontramos hueco para una actividad lúdica a la que otros años nos dedicamos con mayor interés. La sala del albergue estaba decorada con carteles turísticos y el más cercano era de del monasterio de San Juan de la Peña. Juanma quedó prendado de esta soberbia construcción que se encuentra fuera del camino, pero no a gran distancia, y empezó a barruntar un posible desvío para conocerlo. Sus primeras gestiones para conseguir algún acompañante no tuvieron éxito.
Y lo último antes de dormir, la ración de Silence destinada a los roncadores. Era otra de las novedades de este año para evitar amargar la noche a los insomnes. Su éxito fue escaso, pero la verdad es que en días sucesivos su eficacia disminuyó todavía más.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

La verdad es que teneis valor y una buena preparación física, seguiré leyendo conforme publiqueis mas. un abrazo.-Pedro

Maria Souto dijo...

El fin de semana después del regreso a casa vienen a casa nuestro hijo el mayor y su cónyuge. En la sobremesa del domingo, repantigados en el sofá tomando el café, la conversación nos lleva inevitablemente a las experiencias del camino.
Después de ver las espectaculares fotos del paisaje nevado del primer día llega la frase: “Y mira, aquí es en donde pudiste haberte quedado huérfano”, y continúa la explicación del ominoso hecho, salpimentada con mis comentarios intermitentes sobre lo que pensaba de la estupidez y la irresponsabilidad de los cincuentones que se creen con plenas facultades de adolescentes cuando veía cómo se movía sobre las piedras de forma descontrolada, cual marioneta manejada por manos inexpertas, y luego desplomarse sobre el pedregoso lecho del río. El hijo, este hijo de mis entrañas, amante de la montaña y desde pequeñito sabedor de que en la naturaleza tienes siempre que sopesar los riesgos antes de hacer cualquier cosa que se salga de lo normal (¡o al menos eso creía yo que le había inculcado!), cuando el relato se acaba, ¿qué hace? Se ríe y dice “tranqui, yo habría hecho lo mismo”. ¡¡¡Y para esto me esforcé yo tanto en su infancia para hacer de él un adulto responsable!!! Por supuesto, ha quedado desheredado de forma fulminante.

Maria Souto dijo...

Para los que estén un poquito espesos y no consigan identificarme sólo con el comentario, María es el primer nombre de Beni. ¡Qué le voy a hacer! Cuando me hicieron pasar por la pila bautismal casi todas teníamos que ser "Marías".

A small girl in a big world! dijo...

Gracias ppor contarnos todo esto, estoy planeando hacer el caino aragones pronto y no se consigue tanta info. Ahora, yo estoy pensando en pasar en jaca la noche antes de comenzar, tomar un bus a somport por la mañana y arrancar a caminar entonces, aunque es un poco tarde para empezar... pero el otro albergue en somport esta cerrado para noviembre... alguna idea?

Ana dijo...

En la estación de Candanchú, muy cerca del albergue Ainsa (manifiestamente mejorable) creo que hay algún hotel. Si no, también puedes mirar en Canfranc (estación o pueblo) pues me parece que vimos alguno. Ten cuidado con el tema de atravesar el río que es bastante peligroso y doloroso para los pies. Por lo demás, un camino maravilloso, un punto solitario pero nada que ver con el francés. Salu2