martes, 5 de mayo de 2009

CUARTO DÍA, RUESTA-SANGUESA (jueves, 30 de abril) 23 kilómetros

Repetición de la jugada: el aragonés no es un tramo complicado según las guías… pero la realidad lo desmiente. Esta es la foto del inicio de la jornada en la puerta del albergue de Ruesta, con nuestros amigos madrileños, Pablo, de pie, un poco perjudicado.Salimos de Ruesta y enfilamos un amplio descenso hasta llegar a un camping a la altura del pantano. Nuestros anfitriones de la CGT, que también lo gestionan, nos habían explicado que será una de las víctimas del recrecimiento del pantano caso de que se ejecute, como parece. De momento, cualquier día recibiremos en casa la respuesta de la confederación hidrográfica a nuestras alegaciones individuales, que los albergueros entregaron el día de nuestra partida al alcalde de Artieda en el último día de plazo. Ese tipo de instancias, según los juristas del grupo, por lo visto no suelen ser tenidas en cuenta. Ya veremos.A partir del camping y tras rebasar la iglesia priorato de Santiago, antiguo cenobio que perteneció a la abadía francesa de Selva Mayor, empezó una molesta subida. Este templo tenía un suelo construido a base de piedras que posteriormente veríamos en numerosas construcciones. La cuesta se alargó nada menos que ocho kilómetros y nos dejó a todos algo más que cansados. La etapa era quizás la más corta, pero con este tipo de dificultades agotaba como cualquier otra. Llegamos algo desperdigados hasta Urdues de Lerda, pueblo al que se accedía por una calzada romana de piedra. Hicimos un alto para degustar unas tortillas en el único bar, que sin duda eran congeladas, un descubrimiento que parece haber hecho furor en toda la ruta. Sin embargo, el hambre tras la caminata nos hizo ser poco remilgados. La hospitalera nos informó de que detrás de nosotros venía un grupo de 14 peregrinos alemanes con los que sólo coincidimos el último día en Monreal, donde tuvieron problemas con el alojamiento. En todo caso, contaban con coche de apoyo que transportaba sus voluminosas maletas, llamativas sin duda en el camino. Aprovechamos también la paradita para hacer estiramientos.En un momento de la ruta, cambiamos de provincia y comunidad autónoma y entramos en Navarra, donde se nota cierta diferencia en el cuidado de los pueblos y el camino.Ya cerca de Sangüesa, nos encontramos con un pastor que llevaba nada menos que 740 ovejas.
Dada la distancia a recorrer llegamos a Sangüesa relativamente pronto y nos dirigimos al camping municipal, donde teníamos reservada plaza en dos habitaciones de tres literas cada una. El albergue oficial, igualmente municipal, solo contaba con camas para 14 personas, por lo que dimos por supuesto que no teníamos sitio para todos. El camping tenía otro albergue pero nos encontramos con la sorpresa de que el agua caliente no funcionaba. El encargado del lugar se puso manos a la obra y consiguió, pasado un rato y después de que unos cuantos se ducharan con agua fria, que volviera a haber agua caliente. La verdad es que tuvimos que apañarnos con dos baños para quince personas, pues los madrileños durmieron también allí. Mientras tanto Alvaro se fue con tres chicas a unos baños algo alejados, en medio del camping. Las chicas- Porota, Susana y Ana- tomaron posesión del lugar y tuvieron a Alvaro militarizado, primero encerrándolo prácticamente en el reservado a minusválidos y segundo, no dejándole salir de allí hasta que se lo permitieran expresamente. Un abuso de género en toda regla. En cualquier caso, además de pagar el alojamiento y una fianza de 20 euros (cosa que nos ocurrió por primera vez) contratamos el desayuno para las 8:30 del día siguiente. Llegado el momento comprobaríamos que ambas tenían truco.Estábamos a 14 kilómetros de Sos del Rey Católico y Pepe, el ausente, había insistido en que fuéramos a ver la histórica localidad que es patrimonio de la humanidad. El precio que nos pedía un microbús (100-120 euros por viaje) nos pareció excesivo y acabamos contactando con el único taxista del pueblo, que nos ofertó 15 euros por cada viaje. Como éramos doce, 90 euros nos pareció una cantidad razonable.
Tras dar una vuelta por Sangüesa, que no tiene mucho que ver aunque sí algunos edificios puntuales, empezamos el peregrinaje en el 407 del taxista. Realmente Sos es una villa medieval perfectamente conservada donde nació Fernando el Católico; visitamos el palacio donde vino al mundo y recorrimos sus calles y la judería, por cierto, sorprendentemente vacías en la víspera de un puente. El paseo fue de lo más agradable. Nos acercamos al parador donde bebimos algo y después elegimos un buen restaurante, As Bruixas, recomendado por algunos lugareños. El sitio no estaba mal, con una decoración mezcla de tradición y modernidad, en plan “art deco”, donde degustamos unas ensaladas algo exóticas y ternasco para la mayoría. Aunque hubo coincidencia casi general en la calidad también hubo gente que no lo valoró tanto.Casualidades de la vida, en el restaurante aparecieron, sin acuerdo previo, dos de los madrileños, Vitorio y Jesús, que cenaron con nosotros. Nos explicaron que Pablo seguía peor de sus problemas intestinales, y que se había quedado en el albergue. Estaban preocupados por su estado.
A las 10:15 iniciamos el operativo de regreso y sin duda el taxista tenía prisa. Hizo el recorrido a más de 140 kilómetros/hora, una velocidad exagerada para una carretera secundaria y todos rezamos para llegar cuanto antes. Una vez en el albergue probamos un nuevo producto contra los ronquidos que había comprado Beni; los que supuestamente roncan (y que obviamente nunca se oyen) aceptaron el remedio sin quejas, pero el escepticimo sobre los resultados era general y las carcajadas, una vez iniciado el concierto, se oyeron a escasos cinco minutos de apagar las luces.

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